Desilusión de cuatro sentidos

El quinto se quedó durmiendo, y esperó a que lo despertasen para comenzar a romper su entorno. Así fue que ya no oyó, ya no escuchó, no olió, ni distingió más gustos... ahora sólo siente con sus manos lo que el tiempo le ofrece, y lo disfruta en carne propia.

martes, 15 de febrero de 2011

Confesión que el sueño atrajo a mis manos.

Sería difícil alejarme justo hoy, justo esta noche, por eso te lo advierto: Visitame cuando vos más quieras, cuando vos más creas necesario; yo estoy acá sentado, allá acostado, al lado tuyo.
No me gustaría despedirme de este día sin decirte que espero que ya te hayas dado cuenta que acá te esperan unas palabras, siempre, incluso antes, incluso cuando no te conocía.
No voy a despedirme sin decirte primero cuál es el color de tus ojos (que vos crees ya saber), sin decirte lo feliz que nos hace afrontar la realidad.
Sólo quiero darte este último consejo, y espero que al leerlo me lo repitas casi instantáneamente: "Hay que acostumbrarse a la inherencia".

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