Desilusión de cuatro sentidos

El quinto se quedó durmiendo, y esperó a que lo despertasen para comenzar a romper su entorno. Así fue que ya no oyó, ya no escuchó, no olió, ni distingió más gustos... ahora sólo siente con sus manos lo que el tiempo le ofrece, y lo disfruta en carne propia.

viernes, 7 de mayo de 2010

Vos y yo (capítulo I)

I





A veces, con motivo suficiente, duda, cuestiona, piensa. Tal vez sea la desinteresada forma que tiene de llamar su atención, o la desganada sonrisa que se forma en su cara después de esas frases tontas que él dice creyendo ser divertido, y que para ella no significan más que un compromiso; pero él simplemente no puede dejar de imaginarse esto como un cuento que (tal vez) le sucede a otra persona en este preciso momento, con el simple fin de aislarlo de su cabeza aunque sea por un instante. Pero se hace difícil cuando a la noche no lo deja dormir en paz, o cuando tras unas horas de dar vueltas en la cama, como esas noches de verano en las que pesa sobre nosotros el arrepentimiento de no haber puesto cerca el ventilador y ya es inevitablemente exquisita la posición en que nos encontramos y que creemos que nos va a aliviar el calor, se escabulle misterioso y debilitado por una cortina que intenta velar unas horas más, un sol que al acariciar sus ojos, se transforma en el castigo de saber que a pesar del esfuerzo, a pesar de la tortura, él no puede evitar despertar y oler ese perfume corporal que no le dice nada, ese olor a ropa usada mezclada con un cigarrillo fumado hasta más no poder; que, él sabe bien, no es la fragancia que todo el mundo amaría, ni cumple con el estatus mínimo para ser considerado un perfume; pero a él no le importa, porque cuando lo huele, sus ojos gritan lágrimas… y la extraña; y recién ahí, se digna a admitir que es un nuevo día, que no son más que unas veinte o veintiún horas de sufrimiento hasta poder dormir de nuevo.
Aunque no siempre alcanza con sentir o pensar, él simplemente se retrae a creer. Cree que algún día va a significar más la razón que la lógica (esa misma lógica que él intenta disfrazar de razón), como ese cuestionamiento que en realidad no es cuestión, y no hace más que poner en velo de duda a nuestro sentido de la lógica y autocrítica. Y teme que ese sea su verdadero fin… porque no hay nada por hacer.
Ella no tiene ganas de amarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario