Desilusión de cuatro sentidos

El quinto se quedó durmiendo, y esperó a que lo despertasen para comenzar a romper su entorno. Así fue que ya no oyó, ya no escuchó, no olió, ni distingió más gustos... ahora sólo siente con sus manos lo que el tiempo le ofrece, y lo disfruta en carne propia.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Gente especial

–Somos gente especial -dijo entrecerrando los ojos y llevando la cabeza hacia atrás-, gente a la que le gusta reír, empaparnos de pies a cabeza cada vez que Dios decide bañarnos gratuitamente, mirar por la ventana, peinarnos y despeinarnos en un desesperado intento por pensar más, describir lo que pensamos moviendo las manos de arriba hacia abajo, sin decir mucho, pero acompañando el énfasis de cada palabra.
–¿Y eso qué tiene que ver? –le respondió encogiendo los hombros.
–Nada, pero no te das cuenta.
–¿Y de qué me tendría que dar cuenta?
–¿No es obvio? ¬¬–preguntó él entre sarcasmos–. Se nota que no sos como yo pensé que dijiste ser, pero se ve que yo compuse esa imagen en la cabeza… es más fácil ver lo que a uno le gusta que lo que en verdad existe –.
–Callate muerto de hambre, te la das de poeta de qué se yo, pero tenés que pensar las palabras para hablar. Los poetas aman lo que hablan, aman lo que dicen. Vos si no pensás cada palabrita, si no ponés esos detalles que te hacen parecer inteligente en cada oración no podés hablar. Esto es ser una poeta, jugársela, decir lo que uno piensa. No jugar a ser Cortázar.
–¿Ves? Vos sos como yo, boluda. Somos poetas.
–Vos no sos poeta.
–¿Por qué? –replicó frunciendo el seño–. Cada uno es lo que tiene ganas de ser, y yo quiero ser poeta.
–Uno no lo quiere, nace con eso –dijo ella mientras acomodaba su pelo hacia atrás–. Siempre pensé (y voy a seguir pensando), que cada uno es lo que la vida quiso que sea, no se trata de genes, ni de educación, ni de Dios ni del diablo. Se trata de ser uno mismo. Antes yo creía que era adoptada o no sé, algo de eso, nunca había podido entender por qué yo era así, la rara de la familia, la que le gustaba pintar, escribir y hacer esas cosas que hacemos.
–Yo cuando era chico pensaba que en mi casa era delito escribir, me escondía como si estuviera haciendo algo realmente malo… era toda un odisea escribir en paz.
–¿Por qué?
–Porque creemos lo que vemos, mis papás no hacían nada de esto, y supongo que los tuyos tampoco. Cosas que pasan… la vida
–La vie boheme.
–Exacto…
–¿Está lloviendo? –preguntó mirando al cielo.
–Uh, sí. ¡Y se viene con todo, eh!
–¿Nos quedamos?

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