Más bien, la simple figura del globo en sí mismo, nos transmite alegría, júbilo. Tal vez sea por su característica forma de lágrima invertida, que en lugar de caer por nuestros cachetes (y me niego a usa la palabra "mejilla"), se eleva en un eterno jugueteo con y contra el viento hasta perderse en la nada. Sólo hay espacio en nuestra memoria para aquello que nos es útil, el resto vuela. No hay memoria para el mal.
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