Desilusión de cuatro sentidos

El quinto se quedó durmiendo, y esperó a que lo despertasen para comenzar a romper su entorno. Así fue que ya no oyó, ya no escuchó, no olió, ni distingió más gustos... ahora sólo siente con sus manos lo que el tiempo le ofrece, y lo disfruta en carne propia.

miércoles, 28 de abril de 2010

Traición (y doce segundos de incertidumbre)

Éramos doce los que esperábamos al Maestro. Ya habían pasado varios minutos, por lo que empezamos a preocuparnos de a poco. Murmullos. Miradas. Miedo.
Éramos doce los que esperábamos al Maestro, aunque bien sé que no todos querían estar allí, no todos querían escuchar sus enseñanzas, y se sentía en el aire, algo no estaba bien. La tensión comenzó a desgarrar entre los doce, y tan sólo un ojazo de más podía condenarnos al complot. Por el calor, la saliva rasgaba las paredes de la garganta, y por el hambre algunos se retorcían… Y al fin llega el Maestro, nos saluda con la calma que lo caracteriza, y nos mira uno por uno. El silencio nos compenetra al máximo, y nuestros cuerpos están ligeramente encorvados hacia delante, como esperando algo del Maestro. Él toma una silla con su mano derecha y la corre con ambas mientras nos observa a los doce al mismo tiempo, su omnisciencia era evidente. El Maestro se toma un momento antes de tomar asiento, como meditando cada uno de sus movimientos, el suficiente tiempo para que los nervios exploten… nuestro silencio genera ya mucho ruido, es realmente ensordecedor. Y finalmente el Maestro toma asiento. La traición era inminente.
Entonces el maestro Schunk lo supo, el alumno Núñez había puesto una chinche en su silla. Y ahora no queda más que sacar una hoja, hay prueba escrita para todos.

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