Se cayó del cielo (o de la cama), despertó (o revivió) y ya no era lo mismo. En su inmutable inconciencia, él estaba plenamente conciente de lo irreal, del sueño y de la mentira, del cielo y del infierno, de sus ojos y de los míos, lo de él y lo de ella, lo de nosotros, de lo que el tiempo se había llevado cuando simplemente se fue, sin aguantar más la locura.
Dicen que al encontrarlo estaba casi quieto, que necesitaba ayuda para respirar y casi no podía mirar a los ojos a nadie, pero lo más sorprendente, es que estaba en verdad casi quieto, casi moviéndose. Así que en realidad podríamos deducir que no estaba ni quieto ni en movimiento, sólo estaba ahí.
Antes de ir a dormir repasó su memoria, desplegó su mapa mental sobre las sábanas y cayó a su vez en la incertidumbre, en el mismo sueño de siempre, los mismos ojos, la misma mirada y la misma necesidad.